Vigilantes atalayas del siglo XIX

CasaColonial1830

Valle de los Ingenios, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.

Tres torres o atalayas, vestigios del siglo XIX, vinculadas a la industria azucarera y a la esclavitud, se preservan en Sancti Spíritus, dos de ellas rodeadas por preciosas leyendas.

Ningún viajero, nacional o extranjero, podrá dejar de contemplar con curiosidad e interés la Torre Manaca-Iznaga, única de su tipo en la isla, ubicada en una de las fábricas de azúcar del Valle de los Ingenios, en Trinidad, ciudad fundada en enero de 1514 por el Adelantado Diego Velázquez.

Esta hermosa joya de la arquitectura colonial, comparada incluso con la célebre Torre de Pisa, la ordenó erigir Don Alejo María del Carmen Iznaga y Borrell a fines de la década del 20 o inicios del 30 del siglo XIX.

Iznaga y Borrell vio la luz en 1807 y en julio de 1826 contrajo matrimonio con Doña Juana Hernández.

Todo parece indicar, según datos consultados, que la torre de ladrillos, de 43,5 metros de altura, siete pisos con ventanas laterales en cada una de ellas y más de 100 escalones, se construyó alrededor de la fecha de la boda del joven y rico hacendado.

Obras como el libro Monumentos Nacionales y Locales de Sancti Spíritus indican que la altanera vigía consta de una altura de 43,5 metros, pero antiguos textos le atribuían 45 metros.

Para algunos especialistas cumplía la doble función de atalaya y campanario. Años más tarde se le añadía un reloj mecánico en el último piso, donde se asegura poseía su habitación un guardián llamado Andrés.

Es catalogada como un símbolo arquitectónico, emplazado en el Valle de los Ingenios -donde existieron entre 48 y 56 fábricas de azúcar-, declarado por la Unesco, en 1988, junto al centro histórico de Trinidad, Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Algunos autores aseguran que fue construida para observar probables incendios en los cañaverales, llamar a los esclavos al concluir sus faenas, avistar barcos piratas y vigilar las extensas plantaciones para evitar fugas o sublevaciones.

UN POZO Y UNA TORRE

Una de las leyendas apunta a que Alejo Iznaga y Borrell, cegado por los celos, cerró bajo llave a su bella esposa en lo alto de la torre, combatió contra su rival a los pies de la edificación y dio muerte en el duelo al desdichado.

Otra indica que existía rivalidad entre los dos hermanos Iznaga y Borrell, por lo que Don Pedro mandó a cavar un profundo pozo y Don Alejo a construir la altiva torre, para elegir entre uno de ellos, tomando en cuenta los metros de profundidad o altura, al que se quedaría con la joven causante de la disputa.

Los expertos, más interesados en la realidad, aseguran que está edificada con ladrillos de barro y un mortero tradicional de cal y arena, lo que unido a la ingeniosidad de sus fabricantes le imprimió esa capacidad de resistir el paso del tiempo.

Este Monumento Nacional, parte del antiguo ingenio azucarero San Alejo de Manaca, constituye el mejor exponente de las torres vigías, convertido en un eterno mirador del Valle de los Ingenios.

Frente a fuertes vientos huracanados ha permanecido firme esta torre como símbolo de Trinidad, ciudad ubicada a unos 360 kilómetros al este de La Habana, para mantener vivas leyendas inspiradas en un capricho o disputa amorosa.

EN LOS DESTILADEROS

Remozada para los festejos con motivo del 500 aniversario de la fundación de la villa de Trinidad, renace la torre situada en el otrora ingenio San Isidro de los Destiladeros.

Muy cerca de la casa hacienda está dicha torre campanario, menos pretenciosa que la de Manaca-Iznaga, pero al igual que esta un símbolo del inicio y fin de cada jornada para los negros esclavos que laboraban en el ingenio.

Posee 14 metros de altura, distribuidos en tres niveles.

San Isidro de los Destiladeros se considera un área de investigación, con vistas a desentrañar el proceso productivo azucarero del siglo XIX.

Se encuentra a 11 kilómetros de la ciudad de Trinidad, la tercera de las siete primeras villas fundadas por Diego Velázquez en la isla.

Es fundado desde el último cuarto del siglo XVIII como trapiche nombrado San Juan Nepomuceno y transformado en potrero San Isidro de los Destiladeros en la década de 1880.

Aquí se desarrollan los Talleres de Arqueología Industrial Valle de los Ingenios.

LA TORRE DE YERO

Hace pocos días una nota en el periódico provincial Escambray informaba que a la Torre de Yero, situada en la finca Cayajaca, en el municipio de Cabaiguán, debido a su valor histórico y cultural, la Comisión Nacional de Monumentos le había otorgado la condición de Monumento Local.

La torre de Yero fue edificada en la primera mitad del siglo XIX y se integró a la entonces hacienda Jesús, María y José, constituida por una vivienda y otras construcciones con objetivos diversos, según señaló al semanario la museóloga Daisy Martín Ciriano.

Surgió con el fin de llamar a los esclavos y avisar de desastres naturales o festividades religiosas.

Es la única de su tipo que perdura en Cabaiguán y fue el grupo espeleológico Caonao el que alertó de su valor patrimonial.

Está a unos ocho kilómetros de la ciudad cabecera municipal y tiene poco más de nueve metros de altura, situada en el terreno de la finca La Campana que otrora fue el potrero ganadero Jesús, María y José.

Expertos la califican como una modesta edificación, destinada a observatorio y medio de comunicación, terminada en una cúpula campanario y que data probablemente de 1830.

De acuerdo con datos hallados en Internet el nombre de la torre se corresponde con el del dueño de la finca, el español José Nicolás Yero Pérez y las tierras estaban destinadas al cultivo de caña de azúcar en un pequeño ingenio, empleando la mano de obra esclava hasta 1886, fecha en que fue abolida oficialmente la esclavitud en Cuba.

Al igual que ocurrió con la torre Manaca-Iznaga, alrededor de la de Yero surgieron leyendas que fueron trasmitidas de manera oral y recogidas por autores cubanos, inspirados en ella.

Tomado de Prensa Latina

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